Carismático, mediático y a veces hasta imbécil, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha hecho de la confrontación pública con sus antagonistas (ya sean opositores, hombres de empresa o periodistas) una de las claves para centralizar el poder de un país cada vez más polarizado y lleno de necesidades.
No sería un tema tan sugestivo para Sudamérica - región consustanciada con la tensión entre el gobierno de turno y los medios, (caso Venezuela, Argentina y Bolivia) si no fuera porque la interpretación netamente ecuatoriana que propone revanchismos concretos e inmediatos contra todo aquel que se anime a cuestionar públicamente al presidente o a cualquiera de sus ministros. Los castigos van desde las agresiones físicas, hasta llegar a la misma prisión. Es decir, a nadie se le puede ocurrir ningún tipo de críticas sin pensar en alguna revancha oficial.
Esta variante de la mitad del Continente, se pudo apreciar en las recientes elecciones donde en boca de urna aparecía Correa con más de 20 puntos de ventaja. Algo que no ocurrió en el recuento final de los sufragios, pero que obedecía incuestionablemente a que a ninguno de los encuestados se le hubiera ocurrido confesar su intención de voto por el lógico temor.
Según César Ricarte, Director Ejecutivo de la Fundación Andina para la Observación y Estudio de Medios (Fundamedios) "En Ecuador es donde más se ataca a la libertad de expresión, con una política sistemática de castigos y una reducción dramática a expresar algún tipo de de opinión negativa sobre el gobierno o cualquier funcionario..."
Esta conducta emanada desde el mismo sillón presidencial, existe en todos los órdenes; desde el periodismo, hasta los propios indígenas, sin pasar por alto diplomáticos extranjeros como la embajadora norteamericana Heather Hodges, expulsada del país. Hasta el momento, se han contabilizado 352 casos de agresiones a periodistas en los cuatro años de gobierno de Correa y decenas a ciudadanos comunes por expresar públicamente opiniones contrarias al gobierno.
Lo inexplicable de este aprendiz de Chavez, es su susceptibilidad, ya que hoy cuenta con casi veinte medios para alimentar la maquinaria publicitaria, donde su administración invierte fortunas que no conocen la salud o la educación. La única explicación posible es que a diferencia de Castro, Kirchner o Chavez, este es un novato desconocido dentro del mamarracho populista sudamericano y todavía tiene los temores típicos del caso, de allí los fantasmas y los inventados "golpes de estado" que no lo dejan conciliar el sueño o manejar su circo con placer...
También me gusta el formato y el tamaño de las fotos
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