Varias veces pensé -y no dudé en decirlo - el contundente
impacto de la televisión en el mundo; aquella maravilla que
a partir de los años cincuenta alborotó el medio de la
comunicación, por sobre cualquier otro componente...
En sus albores, los receptores - a diferencia de la radio - fueron artículos de lujo pero, con el transcurso inexorable del tiempo, fueron llegando a la mayoría de los hogares y hoy – como elemento masivo - se han instalado en los rincones preponderantes de todos los hogares. Léase dormitorio, cocina, living, hasta llegar a los baños.
Entonces desconocer el predominio o influencia de la televisión en el ser humano, sería un concepto muy frágil.
Mientras muchos aún insisten en que la pantalla chica es un entretenimiento - otorgándole al tema una lectura más que liviana – ésta se ha convertido en un enorme poder como vehículo formador de opinión y la realidad es que ocupa un lugar determinante, en niños, adolescentes y no tanto. No sólo se ha convertido en maestra y amigo, si no que además, se constituyó en la muleta de insomnes, solitarios y parejas, abarcando a todos sin distinción de edades o clases sociales.
Es una realidad que siempre está dispuesta a atendernos con solamente manipular el control remoto, es la que nos cuenta lo que pasa en el mundo o que en el mundo existen cosas en la medida que aparezcan en ella. Es decir; lo que antiguamente se producía por contacto directo entre el mundo y el hombre porque el hombre viajaba, hoy cualquiera sentado frente al televisor sabe y opina sobre cualquier cosa, porque es parte del triángulo hombre-televisión-mundo. Es nada menos que el elemento que nos conecta con el exterior y nos nutre...
Y ese precisamente es el peligro; porque la televisión no deja de ser un medio masivo gestionado y gobernado por hombres quienes en definitiva, deciden qué es lo que se va e emitir o no y fundamentalmente, de qué modo hacerlo. Por ende, es de vigencia absoluta la manipulación de la información motivada por los más variados intereses personales o empresariales, donde nunca pasa desapercibida la mediocridad y donde la mejor noticia siempre debe ser la peor noticia.
Debemos considerar que el efecto multiplicador de la televisión es tal, que glorifica o sepulta todo aquello que toca. Reproduce al infinito cualquier hecho para conseguir los objetivos propuestos. Si hubo un accidente de aviación por la mañana, al final del día, con las repeticiones y “paquetes informativos”, nos enteramos que hubo 10 “catástrofes” aéreas en el planeta, aunque algunas con ese calificativo, sea un fumigador que tuvo un aterrizaje de emergencia sin consecuencias en un lugar remoto del planeta. Resultado: Aumenta masivamente la aerofobia y todo el mundo sale a hablar de los peligros de volar, aunque sea 18 veces más seguro que estar sentado en la casa y la noticia la esté manejando un imberbe que nunca se subió a un avión... Esto acontece porque los informativos se han convertido en termómetros anímicos de la población y así, de manera inmisericorde, se utilizan.
Dentro de este carácter histriónico, se ha alterado de manera inadmisible la secuencia o importancia de los temas a desarrollar; en consecuencia no es raro escuchar cosas como: “Mueren dos soldados norteamericanos en Afganistán y es grave el estado de salud de tal científico. Pero antes, veamos qué pasa con el futuro huracán Henry…” Y allí aparece un meteorólogo (la nueva estrella de la televisión) para contarnos que anoche llovió tantas pulgadas en tal barrio y que el tal “Huracán Henry” es todavía una depresión bastante dispersa en las costas de Africa, a 5 mil millas de nuestra geografía. Ah! y si Usted quiere saber cuál es el pronóstico para mañana, se lo cuenta al final del noticiario. No sin antes aconsejarle que ya se encuentran disponibles las placas de madera en Home Depot y que las linternas y baterías para estos casos, están en especial en Publix… Para ello; posponen lo que pasó con nuestros hombres en armas o que el proyecto para salvar a miles en manos de tal científico, peligra por su estado de salud. Una irreverencia inaudita que nosotros y ustedes - inocentes telespectadores al fin – devoramos, convencidos de que es la única verdad y así de prioritario.
Al final y con menos gravedad aparecerán los agradecimientos para el modelo de Clarita y para los zapatos de su compañero, aunque el vestido de ella sea impresentable y a él, sólo se lo vio de la cintura para arriba.
Por supuesto que los verdaderos culpables de todo este desperdicio informativo, son los anunciantes, que confían sus campañas publicitarias, en manos facilistas, que generalmente se basan en magras estadísticas rechonchas de cantidad, pero jamás de de calidad.
Y así nos va; así seguiremos clamando por reformas inmigratorias o por derechos que los norteamericanos que ven nuestra programación es español, jamás aprobarán o Usted no haría lo mismo…?
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