Sunday, September 11, 2011

SEPTIEMBRE11 2001

Estados Unidos y la 
Diferencia Conceptual 
de sus Presidentes...

por John Martin

No hay dudas que llegar a Nueva York personifica literalmente entrar en la capital del mundo y sólo los que han tenido esta experiencia, pueden interpretar esta aseveración. La ciudad del futuro, pero que de ninguna manera puede evitar su pasado, para convertirse en el tiempo en un verdadero crisol de razas, culturas y costumbres.

Dentro de su majestuosidad inapelable, la estatua de la libertad se constituyó en el tiempo como la cita inexorable para los románticos que arribaban a la Gran Manzana. En la misma medida, las torres del World Trade Center significaban la entrada definitiva al futuro incuestionable y aquellos que alguna vez vivieron la experiencia de visitarlas, pudieron constatar su verdadero significado.

220 pisos totalizaban esta suerte de ciudad dentro de la ciudad, corazón incuestionable del planeta.

No obstante; estos atributos jamás cuestionados, las convirtieron naturalmente en el blanco más perseguido del mundo del rezagado, del mundo del fanatismo, del mundo de aquellos que eligieron vivir en el epicentro de la envidia y el celo irracional en vez del de aprender y sumar. Entonces para nadie era un secreto que pudieran ser blanco de un atentado por parte de quienes nacieron, crecieron y se educaron en el marco de la sub-normalidad.

Claro que para que un hecho de esta naturaleza ocurra, tiene que existir como instancia primaria, el marco propicio y esto aconteció en las primeras horas de la tarde del 26 de febrero de 1993, cuando bajo la administración del Presidente Clinton, se produjo el primer atentado.

 
Por entonces, una camioneta cargada de explosivos, entró libremente en los garajes subterráneos de uno  los edificios, produciendo cuantiosos daños materiales. Pero más allá de la infamia, el hecho constituía un aviso incuestionable y de significancia insoslayable para las autoridades de entonces.

Pero cómo podía llevarse a cabo un atentado de esta naturaleza sin prevención alguna en el mismo lugar de residencia de la policía, del FBI y de varios servicios de la inteligencia norteamericana…?. El contexto en general lo consentía…

Durante la presidencia de William J. Clinton (como ocurrió con la administración de Jimmy Carter o la de John F. Kennedy) la inteligencia a cargo de la Seguridad del Estado, fue sistemáticamente desmantelada por razones presupuestarias y sus fondos desviados hacia otros fines más pacíficos. Y no es de ninguna manera cuestionable o que el cambio de destino pueda resultar impertinente; aunque estos mandatarios debieron – y deberán – entender, que el líder siempre está en la mira de los “perdedores”, de los envidiosos o de los fanáticos y naturalmente, EE.UU, nunca es la excepción, por el contrario, el coloso del Norte fue en todo caso el objetivo de  preferencia de los vándalos y con Presidentes pacifistas o sin capacidad de reacción, se convierte en  un atractivo insoslayable.


 La diferencia de conceptos de los Presidentes norteamericanos y sus ascendentes, remarcan que de haber existido un precedente incuestionable contra los agresores en 1993, septiembre 11, no hubiera existido…

Cuando George W. Bush inauguró su presidencia, tal era la situación de debilidad operativa. La seguridad de los puertos y aeropuertos en manos de dudosas empresas privadas de seguridad, los servicios de inteligencia y prevención, diezmados o con gente de mínimo nivel en sus estrados y la cabeza de las fuerzas armadas, sin el liderazgo o el poder de determinación pertinente que demanda el ejército más poderoso del planeta.

Todo hubo de ser re proyectado por la nueva administración, Pero para tomar conciencia de lo que esto significa en un país de esta envergadura y con las responsabilidades implícitas, poner en manos del gobierno federal la seguridad de los puertos y aeropuertos solamente, demandó la incorporación, entrenamiento y puesta en funcionamiento de casi 2 millones de hombres.

Pero quedaba la mayor cuenta pendiente: Sentar un precedente axiomático, demostrarle a estos casi-estados del submundo, que EE.UU está en condiciones de taparles el sol con su fuerza aérea, de poblar sus playas con sus “Marines” y de colgar del árbol más alto al que vuelva a tener este tipo de ocurrencias contra su geografía o sus ciudadanos.


 Hoy al cumplirse una década del atentado contra las torres gemelas, entre la paranoia y la eficiencia, la ciudad de Nueva York y el país entero busca la manera de preservar a sus habitantes. La vigilancia no es sólo en edificios públicos - los alrededores de la Casa Blanca y el Pentágono son vigilados por miles de ojos- pero también los edificios privados, los parques y las playas. En todo caso y en todo lugar se adoptaron las medidas más pertinentes y nada está librado al azar o al alcance del fanatismo de cualquier estado, secta, raza o religión.

Otro septiembre 11 no es imposible porque nadie es invencible sobre la faz de la tierra, pero con las evidencias y antecedentes a la vista, quien lo intente deberá enfrentar las consecuencias. De este lado de las fronteras, la lección ha sido dolorosamente aprendida, pero jamás olvidada…

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