Friday, September 9, 2011

SEPTIEMBRE 11



por Juan Carlos Maimone

El tiempo mantiene su marcha inexorable, pero las heridas parecen negarse a cicatrizar, más aún mirando desde el otro lado de Hudson River, algo enorme falta en ese horizonte de concreto que propone Manhattan. Sin dudas que la desaparición de las torres cambiaron para siempre el paisaje…

Sin embargo, el recuerdo permanece intacto, inalterable. Lo que alguna vez fue símbolo de crecimiento, tecnología o poder, hoy queda allá abajo hundido y desdibujado en una mueca gris que sólo identifican algunos reflectores.

Casi 4 mil vidas inocentes, que profesaban 80 religiones y provenían de 56 países fueron sesgadas por esos vericuetos indescifrables del fanatismo, del desparpajo de un puñado de delirantes, con creencias tan pretéritas como obsoletas y con ideas tan precarias como absurdas.

Pero si un error garrafal cometieron estos itinerantes del terror, fue soslayar la capacidad de reacción de la administración del entonces Presidente Bush y del apoyo masivo de su pueblo, tocado en lo más profundo de su reconocido nacionalismo.

La ralentización de la decisión bélica contra Irak, ilustra también la capacidad de la administración para absorber los mensajes de la opinión pública dentro y fuera de sus fronteras. Para ello, debió esperar por el diagnóstico que la legalidad internacional requiere ante cualquier acción bélica y contar con el consenso de sus aliados tradicionales tanto de la ONU como de la OTAN.

En este sentido, el alargamiento de los tiempos previstos para la labor de los inspectores comandados por Hans Blix resultaría una pieza de convicción que las sociedades occidentales necesitaban para sentirse atendidas en su clamor contra el terrorismo, convirtiendo a la guerra en una opción extrema, última, pero a la vez inevitable.

No obstante, muy pocos entendieron el mensaje del mandatario norteamericano después de consumado el atentado o simplemente fue caprichosamente omitido por la prensa cómplice y errática del Continente, dando lugar a las más disparatadas teorías de los “opinólogos” de siempre, sostén incomparable de la duda y la sisaña.

El hecho indudable de que las organizaciones de la izquierda ideológica hayan dinamizado estas manifestaciones o tratado de rentabilizarlas en favor de sus mezquinos propósitos, constituye una circunstancia relevante pero secundaria, que de ninguna manera empañó ni empañará la sinceridad ética del entonces Presidente y como transmitió a sus ciudadanos los planes más inmediatos.

Revisemos la historia y ayudemos la memoria; para muchos, un elemento tan liviano y muy fácil de perder.

Consumado el atentado y mientras se esperaban informes de la ONU, el discurso del Presidente fue claro, conciso y sin el más mínimo lugar a dudas u objeciones. En ningún momento o medio respaldó su decisión o plan de represalia por la presencia de “Armas de Destrucción Masiva”. Es más, el informe Blix apareció bastante tiempo después, cuando la determinación del entonces Comandante en Jefe con el apoyo absoluto del Congreso (menos una objeción) era irreversible y así lo informó a los norteamericanos…


“La guerra es un mal apocalíptico que destruye objetivos singulares como vidas humanas. Por eso, nuestra posición trascendente, más allá de creencias religiosas o ideológicas, rechaza el enfrentamiento armado de forma íntima y radical, más aún si pensamos que el mundo en su evolución tendría que haber encontrado ya los caminos que solventasen el problema de la seguridad colectiva sin que fuesen necesarias intervenciones armadas, que en todo caso redundan en el derramamiento de sangre. No obstante, hoy el pueblo norteamericano comenzará a sentar un precedente para que actos de esta naturaleza no vuelvan a repetirse jamás…”. Y vaya si cumplió; a diez años del hecho criminal que conmovió al mundo civilizado, a ningún país, estado, secta o grupo de fanáticos se le ocurriría planear o ser protagonista de otro atentado en territorio norteamericano.

Pero claro; en esta nueva corriente de mediocridad que alimenta al mundo de los “perdedores”, al líder hay que reprocharlo en vez de imitarlo, juzgarlo en vez de interpretarlo, criticarlo en vez de autocriticarse y en ese entorno delirante, se establecen las más diversas interpretaciones del auto atentado, del petróleo, de los beneficios de la guerra, versiones todas que guardan una estrecha relación con el ejemplo que proponen en esos países sus propios gobernantes.


Fronteras adentro, un día triste; más allá de ver como crece vetiginosamente el nuevo proyecto edilicio que remplazará a las torres, nada ni nadie borrará aquel episodio oscuro por el que pagaron su precio tantos inocentes, aquellos que alguna vez vieron la luz o simplemente llegaron a estas tierras llenos de sueños para vivir en el país más poderoso de la tierra.

May God Bless America…

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