Wednesday, September 22, 2010

NOSOTROS LOS INMIGRANTES...





por Juan Carlos Maimone


Lenta, pero inexorablemente, nos encaminamos al final de un nuevo año y entonces, el ineludible comienzo de un ciclo en el aunque sea en su estreno, trataremos de cambiar algunas costumbres negativas del tiempo anterior, donde buscaremos mejorar y mirar al futuro con la lógica ansiedad cíclica por las cosas ansiadas o demoradas…

Pero en este transitar, no es ni será ajeno el recuerdo imperecedero del ayer, nuestras familias, nuestros amigos, nuestros barrios, nuestras costumbres; aquellos  aromas y sabores que un día lejano dejamos atrás para maleta en mano, emprender el largo camino buscando un horizonte mejor.

Muchos lo hemos conseguido y no fue fácil. Para ello, tuvimos que recorrer un ondulado trayecto hasta vislumbrar los primeros resultados. Sin embargo; desde el mismo comienzo del anhelado crecimiento, prosperó el agradecimiento, el cariño, el reconocimiento por el país que nos cobijó y que de alguna u otra manera, nos presentó la oportunidad de crecer, pero de crecer bien, de multiplicar sin restar y por sobre todas las cosas, de respetar.

Algunos no prosperaron en la misma medida o en el mismo espacio; tal vez por la ausencia ancestral de la autocrítica, de ese mitigar irremediable en la culpa ajena o en el deambular constante a la espera del mesiánico salvador. En otras palabras; del estatismo remiso y confuso que propone el estar geográficamente en un lugar, pero con el pensamiento en otro.

No aceptar el idioma, es tal vez uno de esos problemas y que irremediablemente conduce a la lógica falta de entendimiento del medio en el que vivimos o existimos, cometiendo el sistemático error de leer la prensa de otros países para saber que pasa en éste.

Sin dudas, nada tan equivocado como el alimentarse de una información tan errática como falaz– ni hablar de lo mal intencionada - y que en el tiempo ha hecho de la mediocridad o la conveniencia, una triste manera de ser, predisponiendo o desviando a la opinión pública de la realidad.

El quilombo institucional provocado por la errante e irreflexiva política de los seudos gobernantes latinoamericanos, quienes con contadas excepciones, han llevado a la Región no sólo a la quiebra económica, si no que también a la cultural, es el eco inequívoco de la austeridad neuronal predominante que conduce a “La culpa la tiene el otro…” tan común por tierras sudamericanas.

Los editoriales tomados de la mano con los discursos, transpiran el desgastado “espíritu de los pueblos” alentando la reivindicación nacionalista ultrajada desde el mismo romanticismo alemán hasta llegar a los “piqueteros” o a las republiquetas “bolivarianas”.

Dentro de esta melange, periodistas y políticos se arrogan la representación o defensa de un sujeto que es siempre colectivo: El Pueblo; el mismo cuyas demandas envueltas en la más elemental falta de respeto por el prójimo, desanda la senda de los gritos ahogados, las paredes pintadas y los golpes de cacerolas que nadie se ocupará en leer o escuchar.

Es hora de fundamentar - o por lo menos tratar – el respeto por esta bendita Nación, si no, para qué quedarse..?. Las puertas están abiertas. Por ellas se puede entrar y por ellas se puede salir, nadie los ha llamado, mucho menos retenido o condenado a vivir y permanecer en el mundo del trabajo y del acato. Allá los espera el otro, el de la mitificación o la barbarie, donde los embustes deambulan por doquier y las verdades incómodas viajan en ambulancias sin los más mínimos elementos de supervivencia…

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